Arthur Leigh Allen es el único señalado de manera oficial como el presunto homicida que aterrorizó a la sociedad californiana a fines de los 60. Si bien siempre negó haber cometido los crímenes, nuevos testimonios podrían echar luz sobre la resolución del caso.
En la década de los 60, una serie de crímenes brutales aterrorizó a California y el misterio no paró de crecer hasta la actualidad. Es el caso del famoso asesino del Zodíaco, que no sólo tuvo una gran cobertura mediática hace 50 años, sino que también fue el protagonista de varios libros, una película dirigida por el reconocido director de cine, David Fincher, y la inspiración para otras tantas obras culturales.
El enigma de la verdadera identidad del temible homicida estuvo centrado desde el inicio en un principal sospechoso: Arthur Leigh Allen, un maestro de primaria que fue acusado de abuso de menores y que murió en 1992. Los investigadores nunca lograron obtener una prueba concreta que confirme su autoría, aunque con los recientes testimonios que salieron a la luz a través de un documental de Netflix y las nuevas pruebas que se presentaron, la verdad podría estar cada vez más cerca.
En la miniserie "Les habla el Zodíaco", tres hermanos cuentan con detalle cómo fueron las salidas de fin de semana que vivieron junto a Allen cuando él estaba en pareja con su madre, y cómo todos esos destinos se conectan directamente con las escenas de los crímenes. "Nos dimos cuenta de que habíamos estado en todos los lugares de los asesinatos antes de que ocurran", dijo David Seawater, uno de los hermanos, en el documental.
Los primeros crímenes del asesino del Zodíaco -aunque para ese momento aún no se había reivindicado ese nombre- ocurrieron el 20 de diciembre de 1968. Esa noche, David Arthur Faraday (17) y Betty Lou Jensen (16) tuvieron una primera cita a la orilla de Lake Herman (California), un lugar donde las parejas solían frecuentar cuando querían tener un momento de tranquilidad. Allí, fueron atacados a tiros y no sobrevivieron.
Un hecho similar ocurrió al año siguiente, en una fecha festiva estadounidense como lo es el 4 de julio. Ese día, Michael Renault Mageau, de 19 años, y Darlene Ferrin, de 22, fueron baleados mientras charlaban en un auto en el parque Blue Rock Springs, en la ciudad de Vallejo. Después del brutal ataque, sólo Michael sobrevivió, por lo que pudo dar una primera pista a los policías: el asesino era una persona corpulenta, con anteojos y con pelo de color castaño claro.
En un giro inesperado, el 1 de agosto de ese mismo año, tres diarios de San Francisco -The San Francisco Examiner, San Francisco Chronicle y Vallejo Times Herald- recibieron una carta en la que una persona desconocida se adjudicaba los ataques de los cuatro jóvenes. Con el escrito adjunto un extraño código que estaba compuesto por diferentes símbolos, con la firma de un círculo tachado por una cruz.
La prensa publicó este documento y la curiosidad por resolver el enigma del supuesto criminal creció en la población. Sin embargo, la Policía no estaba muy convencida de esto, por lo que le pidió a esta persona a través de los medios que enviara más cartas. Estos escritos no tardaron en llegar. En ellos, describió cómo había atacado a sus víctimas y la cantidad de disparos que cada uno había recibido. Además, incluyó detalles de la indumentaria que los chicos llevaron en su último día que sólo el homicida y la Policía conocerían. En uno de esos manuscritos, se refirió a sí mismo como "el Zodíaco".
El 27 de septiembre de 1969 fue la fecha en la que el Zodíaco atacó nuevamente. Esta vez, Bryan Hartnell (20) y su novia Cecelia Shepard de 22, disfrutaban de un día de picnic en el lago Berryessa cuando fueron apuñalados por un encapuchado "al estilo verdugo medieval". Este detalle se pudo saber gracias a que Hartnell sobrevivió al hecho.
Pocos días más tarde, el 11 de octubre, Paul Stine -un taxista de 29 años- fue asesinado a tiros después de subir a un pasajero en el centro de San Francisco y llevarlo hasta el barrio Presidio Heights. En un punto de ese trayecto, el joven recibió un disparo en la nuca.
Si bien al principio los investigadores no relacionaron este crimen con el Zodíaco, se pudo constatar luego de que él enviara una carta con una mancha de sangre de la camisa de Stine al diario San Francisco Chronicle. Este sería el último homicidio confirmado por el misterioso criminal.
Para inicios de los 60, Arthur Leigh Allen era un maestro de primaria muy querido por sus alumnos. Según el testimonio de algunos de ellos, era una persona creativa, que siempre les mostraba nueva música y que los llevaba a conocer lugares nuevos en excursiones escolares.
En esa época, el hombre había iniciado una relación con Phyllis Seawater, una mujer que estaba afectada por el horror que tuvo que vivir junto a su exmarido, que fue condenado por abusar de su hija.
Durante ese vínculo, Allen forjó una relación cercana con los hijos de Phyllis -Connie, David y Don- que se mantuvo a lo largo de muchos años. En la serie documental de Netflix, los tres relatan cómo esos fueron los mejores años de su vida y cómo "el señor Allen" se convirtió en el padre que habían perdido.
A medida que la investigación del caso avanzaba, más incógnitas surgían, pero luego dos testimonios hicieron crecer sospechas sobre Allen. Este detalle se mantuvo bajo secreto durante décadas, hasta que se dio a conocer la identidad del posible asesino del Zodíaco a principios de los 90 y la sociedad se indignó.
Para ese momento, Allen había salido en libertad luego de cumplir una condena por abuso de menores en la ciudad californiana de Atascadero, y vivía en el sótano de la casa de su madre. La condena social era tal que llegó a dar una única entrevista televisiva para negar las acusaciones y denunciar al sistema judicial estadounidense por hacerlo pasar por el "calvario" de ser señalado como un asesino serial.
En 1992, murió a los 58 años en su casa, donde dejó una carta dirigida a la Policía en la que negaba, una vez más, ser el Zodíaco.
No fue hasta muchos años después, cuando los hermanos Seawater vieron la película Zodiac -la cual se filmó en las mismas locaciones donde ocurrieron los crímenes- que se dieron cuenta de que había algo que reconocían en esos destinos. "Había tantas cosas en esa película que resultaban aterradoramente familiares", aseguró Connie en Les habla el Zodíaco.
Según su testimonio, Allen los llevaba de chicos a pasear a varios lugares de la costa californiana durante los fines de semana. Los recuerdos llegaron con mayor claridad cuando identificó que en esos mismos puntos habían ocurrido ciertas secuencias extrañas como haberlo visto con manchas de sangre en los brazos en una situación de alerta.
Además, aseguraron haber estado en el mismo lugar durante las fechas en las que encontraron los cuerpos de otras víctimas que habían sido masacradas, pero que nunca se confirmó que el Zodíaco había sido el autor de esos crímenes.
En 1991, Connie estuvo cerca de la verdad cuando, después de que el ojo público se posara sobre su expadrastro, ella le consultó si él se trataba del asesino de los crímenes perpetuados entre 1968 y 1969. A lo que él respondió: "Si te lo dijera, tendría que matarte a vos también". Ella se lo tomó a modo de chiste y no hizo más preguntas.
Sin embargo, fue en 1992 cuando el hermano mayor, David, logró conseguir la supuesta confesión. Durante una llamada telefónica, Allen rompió en llanto al confesarle que "era una mala persona" por haberlos drogado cuando eran chicos y por haber abusado de Connie. En ese instante, cuando David se animó a preguntarle si era el Zodíaco, él dijo que sí.
Si bien la pareja Phyllis nunca creyó que él era un criminal, antes de morir le entregó una misteriosa caja a uno de sus hijos y le hizo prometer que no la iba a abrir hasta después de que ella falleciera. Ese momento llegó en 2017, cuando los hermanos encontraron decenas de cartas entre su madre y Allen en las que él hablaba sobre el Zodíaco.
Además de este nuevo material que podría aportar a la causa, también se sumó un cuchillo que encontró uno de los hijos de Connie cuando tuvo un breve encuentro con Allen antes de que muriera en el 92. En el documental, se muestra cómo se realizaron pruebas de ADN de la sangre que hallaron en ese puñal. Hasta el momento, se desconocen los resultados.
Después de 50 años, la verdadera identidad del asesino serial que aterrorizó a la sociedad californiana a fines de los 60 aún es un enigma. Pero con los avances de la ciencia y la inteligencia artificial, los investigadores oficiales del caso -y los amateurs- todavía tienen la esperanza de llegar a la verdad.