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Mendoza
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Una intensa campaña republicana logró conectar con las preocupaciones rurales y conservadoras de este grupo, clave para asegurar la victoria en el estado de Pensilvania.
Pensilvania se convirtió una vez más en un terreno crucial en las elecciones de Estados Unidos que ganó Donald Trump. El estado, conocido como uno de los swing states, volvió a definir la batalla presidencial. Tanto demócratas como republicanos se enfocaron en esta región, donde las zonas urbanas y rurales mostraron marcadas diferencias de apoyo político.
El voto rural fue fundamental en Pensilvania. Las áreas no urbanas respaldaron masivamente a Trump, reafirmando el conservadurismo que ha marcado a estas regiones durante décadas. La diferencia de 140,000 votos inclinó la balanza hacia los republicanos, gracias en parte a una inesperada movilización de la comunidad amish, un grupo tradicionalmente apolítico.
Esta comunidad, conocida por su estilo de vida austero y su rechazo a las comodidades modernas, se ha mantenido apartada de la política. Sin embargo, los últimos años han acercado a los amish a las políticas republicanas debido a su dependencia de la agricultura y la ganadería. Trump, consciente del valor de este sector, hizo esfuerzos significativos para atraer a los amish, quienes acudieron a las urnas con un apoyo contundente.
Los amish son comunidades cristianas con raíces anabautistas, nacidas en Europa en el siglo XVII. Se distinguen por un rechazo absoluto a la tecnología moderna, prefiriendo la vida rural y comunitaria. No poseen coches, televisores ni teléfonos móviles, y su vestimenta sencilla refleja una austeridad que los ha mantenido firmemente ligados a sus tradiciones.
La estructura social amish se centra en la religión, la cooperación vecinal y un estilo de vida agrícola. Normalmente, su distanciamiento del mundo moderno incluye la política, pero las promesas de desregulación y apoyo a las actividades agrarias lograron que Trump conectara con sus intereses. Este vínculo resultó evidente en los mercados y comunidades rurales, donde grupos conservadores realizaron una intensa campaña para movilizar el voto amish.
Un hecho que resonó con fuerza en la comunidad fue el caso de Amos Miller, un granjero amish sancionado por el Departamento de Agricultura por distribuir productos lácteos crudos. Las sanciones se presentaron como un ataque a la autonomía y libertad de los amish, lo que alimentó un sentimiento de injusticia hacia las autoridades federales. Para esta comunidad, las políticas demócratas no han sido favorables, y Trump supo aprovechar ese descontento.
Las imágenes de amish votando en carros tirados por caballos se hicieron virales, simbolizando un cambio importante en esta elección. En lugares como el condado de Lancaster, donde vive la mayor comunidad amish del país, el efecto de esta movilización fue evidente. Trump no solo logró atraer este apoyo, sino que también consolidó su vínculo con otros sectores rurales que se sienten afectados por las regulaciones impuestas por la administración del ya desgastado Joe Biden.
La estrategia de Trump resultó exitosa, logrando captar las preocupaciones y esperanzas del mundo rural. Así, el voto amish y de otras comunidades agrarias resultaron decisivos en su retorno triunfal a la Casa Blanca.
