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Tiene 23 años y es de La Banda, Santiago del Estero. Superó tres lesiones graves, incluyendo ligamentos cruzados, y ya fue convocado por Scaloni.
Oscar Exequiel Zeballos tiene 23 años y una sonrisa tímida que contrasta con su manera explosiva de jugar. Es rápido, atrevido, imparable cuando encara. Pero detrás del "Changuito" que hizo vibrar a La Bombonera en el último Superclásico -con un gol y una asistencia- hay una historia de heridas, silencios y una fe inquebrantable en volver a ponerse de pie.
Nació en La Banda, Santiago del Estero, en una casa humilde donde el fútbol era una esperanza más que un juego. Entre potreros de tierra y una pelota gastada, Oscar soñaba con vestir la camiseta azul y oro. A los 11 años, un captador de Boca lo descubrió jugando en el Club Atlético Sarmiento. Desde entonces, su vida cambió: en 2016 dejó su provincia, a su familia y sus amigos, y se instaló en la pensión del club en Buenos Aires. "Lloraba todas las noches, pero sabía que era el precio de mi sueño", contó una vez.
Con apenas 17 años firmó su primer contrato profesional, y el 29 de noviembre de 2020, debutó en Primera. Parecía el inicio de una carrera vertiginosa. Nadie imaginaba que el camino se detendría, una y otra vez, en el dolor.
Su calvario comenzó en agosto de 2022. En un partido de Copa Argentina, una dura patada le destrozó el tobillo derecho: "sindesmosis tibioperonea distal con lesión del ligamento deltoideo". Estuvo meses sin jugar.
Cuando parecía recuperado, en febrero de 2023 llegó otra pesadilla: rotura del menisco externo de la rodilla izquierda. Volvió a entrenar, volvió a sonreír, volvió a creer. Pero el destino aún no había terminado de probarlo.
En octubre de ese mismo año, apenas siete minutos después de asistir a Merentiel contra Belgrano, se rompió los ligamentos cruzados y el menisco externo de la rodilla derecha. Fue la lesión más temida, la que deja cicatrices que no siempre se ven. "Pensé que no volvía más", confesó a su entorno.
Pasó casi todo 2024 fuera de las canchas. Recién en mayo volvió a entrenar con intensidad. Cada paso fue una conquista. Cada movimiento, una revancha.
Este año, el Changuito volvió. Y lo hizo con la fuerza de quien no se permite rendirse. En el Superclásico fue figura: un gol, una asistencia y una ovación que bajó desde las tribunas como un abrazo. No era solo fútbol: era redención.
Antes de todo eso, Zeballos ya había mostrado su talento con la camiseta argentina. Fue campeón del Sudamericano Sub-15 en 2017 y del Sub-17 en 2019. En noviembre de 2021, Lionel Scaloni lo convocó por primera vez a la Selección Mayor. "Era un sueño cumplido, pero sentí que todavía me faltaba escribir mi historia", dijo alguna vez.
Hoy, con el número 7 en la espalda y las cicatrices de quien cayó tres veces y se levantó cuatro, el Changuito vuelve a ser ese chico de La Banda que soñaba con jugar en La Bombonera. Pero ahora, sabe que no se trata solo de fútbol. Se trata de resistir, de creer, de volver.
