El Presidente llegó acompañado por su hermana y estrechó la mano de su par brasileño, con quien tiene diferencias irreconciliables; el argentino se opone a la mayoría de las iniciativas que promueve Lula como anfitrión.
Pesea que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, ninguna de las dos delegaciones trabajó por un encuentro bilateral. Tampoco se habló, hasta ahora, de fomentar un Pull Aside o algún otro tipo de encuentro informal.
Desde el primer minuto fue evidente que entre ellos hay un sentimiento de antipatía mutuo. A diferencia de otros mandatarios, que caminaron la alfombra roja en soledad, el Presidente llegó acompañado por su hermana, la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei.
El Presidente hablará en la primer sesión del encuentro mientras siguen abiertas las deliberaciones entre las principales potencias del mundo en torno al documento final en temas sensibles como la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente.
En la recepción no quedó claro si había un orden de llegada establecido, ya que por la alfombra roja caminaron intercalados los jefes de Estado de los países miembro del G20 con aquellos que tienen calidad de invitados. Pero Milei fue de los últimos, cuando ya habían pasado los otros mandatarios como Joe Biden (Estados Unidos), Xi Jinping (China), Claudia Sheinbaum (México), Justin Trudeau (Canadá), Narendra Modi (India), Emmanuel Macron (Francia), Olaf Scholz (Alemania).
Milei tenía previsto hablar en la primera sesión de la Cumbre, dedicada a formalizar el lanzamiento de la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, la gran apuesta de Lula como presidente pro tempore del foro internacional. Argentina fue el único país del G20 en no adherir a la iniciativa.
El Presidente llegó a la Cumbre del G20 con los reflectores sobre su figura, ya que tiene una postura contrapuesta a la mayoría de las iniciativas que promueve Lula como anfitrión, vinculada a la lucha contra la pobreza y el hambre -con el impulso a la creación de un impuesto a los "súper ricos"-, las políticas sobre el cambio climático y la igualdad de género. Brasil trabajó para que la declaración final del G20 incluya una narrativa emparentada con la Agenda 2030, inadmisible para Milei.
Más allá del abismo ideológico que el líder libertario tiene con esa agenda, las líneas rojas que plantea el Presidente tienen que ver, fundamentalmente, con lo geopolítico: Milei pretende que en las alusiones a los conflictos en Ucrania y en Medio Oriente haya una condena explícita a Rusia y una mención a la situación de los rehenes de Hamas en Gaza. Todo el G20, de hecho, se vio sacudido horas antes de que comience la Cumbre de líderes en Río de Janeiro luego de que Rusia atacara con un envío masivo de misiles y drones a las principales instalaciones eléctricas de Ucrania.
La embestida de Putin impactó de lleno en las deliberaciones de las principales potencias del mundo porque el documento final que venía zurciendo Brasil con los países tenía una postura muy blanda hacia Moscú. Javier Milei ya había instruido a sus negociadores en Río de Janeiro que trabajaran por una condena explícita a Rusia en el documento final de la Cumbre.
En las últimas horas, a partir del ataque a Ucrania, la cuestión escaló hasta las potencias del G7, dejando al posicionamiento argentino en un segundo plano. Algunos de esos países comenzaron a presionar para reabrir el debate con posturas más firmes frente a los conflictos bélicos, aunque para el momento en el que se iniciaron las sesiones, la deliberación seguía abierta.